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Crónica de un 31 de diciembre en Zulueta

No caben dudas, es inminente, el acontecimiento está a punto de comenzar. En Zulueta ya se percibe el movimiento en las calles y el olor a bagazo te recuerda otra vez que es tiempo de parrandas. Comienzan los festejos pero, inconforme con eso, la polémica se apodera de ti y te hace decir los dos nombres más famosos de tu pueblo; los mismos que engavetaste en tu mente durante un año pero que ahora, más nítidos que nunca, se articulan en tus labios: Guanijibes y la Loma, Sapos y Chivos mueven los amores de la gente de esta pequeña tierra al centro norte de Cuba.

En la madrugada del último día del año tus deseos de escuchar una buena música se desvanecen en el reencuentro con la melodía de siempre, la de tambores y trompetas, esa que te enciende el alma y te despierta el espíritu que estuvo dormido por un año. La adrenalina se apodera de ti, los ancestros de hace más de un siglo te susurran al oído y te ayudan a entonar los cánticos de antaño. Un pueblo entero se despierta y canta, baila y hasta llora de emoción. El recuerdo de los que no están también te envuelve, sin embargo, una sensación especial te confirma que van a tu lado, surcando las calles de tu pueblo.

 El día hace lo suyo y avanza, increíblemente estás nervioso y no sabes por qué, o sí sabes pero no quieres reconocerlo. En la tarde, un mar de gente azul y roja repleta las calles y coopera como siempre en la preparación de lo que será una batalla colosal. Zulueta se viste de sus mejores galas para recibir al acontecimiento más importante del año.

 Llegó la hora; el olor a pólvora emanado de los voladores y morteros ardientes inunda tu olfato de una fragancia inolvidable. Unos miran desde lejos, otros hacen suya la batalla y en fila de combate apuntan al cielo desafiando su color azul  que pronto se desvanece entre la llegada de la noche y el humo insaciable de la artillería. Entre las batallas se instalan treguas temporales que despejan por un momento la visión; las pupilas se llenan de colores por la presentación de las carrozas. Pero aún faltan deudas que saldar y las tropas se acomodan nuevamente para emprender un nuevo combate que el tiempo, el imperdonable tiempo, se encargará de disolver.

 El vacío se apodera de ti y comienza nuevamente la sensación de espera interminable. Pero un día, un solo día basta para resarcir la espera de un año, porque es el mejor día de tu vida. Para Zulueta comienza una nueva cuenta regresiva.

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