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El entendimiento que no requiere disculpas

Los viejos amigos saben que me apasiona escribir, no lo hago bien, solo me gusta. Antes escribía diarios, compartía cartas con mis amigos, cualquier conflicto podría ser resulto con un papel y un lápiz. Sí, culsilerías puras…jajaj. Ahora llegada a los 30 y con un poco más de tiempo para retomar lo que me gusta me aventuro en este blog. Hoy retomo una escritura inconclusa, algo que comencé a escribir hace unos días tras una pequeña discusión con mi mejor amiga.

Lo peor de ser tú la unica q está molesta

Te ves en medio de una situación de lo más absurda, con tu mejor amiga dejándote plantada, diciéndote que te llamará “en un minuto” y tú, claro, te quedas ahí tirada en el sofá, luchando contra los mosquitos. Entras en modo furia, montando tu propia telenovela estilo turco, y decides que no te detendrás hasta escuchar un “lo siento”. Pero, la terca del otro lado no estaba dispuesta a ceder, y tú estás que echas chispas porque, ¿dónde diablos quedó tu disculpa?

Y justo cuando pensabas que esto no podía ser más surreal, al final de la conversación, ella suelta la bomba: “No es necesario pedir disculpas, entre tú y yo eso no hace falta”. ¡Pafff! Espera un momento, ¿acaso viramos la telenovela turca aquí? Yo, la experta en amistad y en los secretos del cariño, me quedé muda como si me hubieran borrado el guion.

Coreografía de aceptación arruinada

¿Cómo es posible que, en lugar de una gran declaración de disculpa, termináramos con un “no hace falta”? Mi mente, que ya había ideado una coreografía de aceptación, se quedó como un emoji con los ojos en blanco. La situación se volvió tan extraña que sentí que estaba en una dimensión paralela de la amistad.

Mi mejor amiga acababa de lanzarme una lección épica, de esas que se quedan grabadas en tu cerebro para siempre. Había iluminado mi mente con una verdad simple pero asombrosa: la verdadera amistad se trata de entendimiento y aceptación. No vale la pena pelear esas batallas sin sentido que pueden parecer tan importantes en el momento, pero que al final no nos llevaban a ninguna parte. ¡Tantas horas perdidas discutiendo quién tenía razón o quién había cometido el error más grande! Pero, en realidad, ¿qué importa? La vida es demasiado corta para desperdiciarla en dramas innecesarios.

En lugar de eso, lo que realmente necesitamos es abrazar la filosofía de “vivir y dejar vivir”. Porque, al final del día, ¿qué importa si alguien tiene la razón o la equivocación? ¿No es más valioso disfrutar de la compañía del otro y celebrar las diferencias en lugar de pelear por ellas?

No se trata de quién tiene la última palabra,

Mi mejor amiga me había dado una lección de amistad . Aprendí que no se trata de quién tiene la última palabra, sino de quién está dispuesto a ser un amigo sin importar las circunstancias. Aceptar a tu amigo con todos sus defectos,rarezas, sus olvidos es lo que realmente fortalece los lazos de la amistad.

Así que, adiós a las peleas tontas, a los malentendidos que arruinan un día perfecto y a las discusiones sin sentido. La verdadera amistad es mucho más grande que eso. Es un abrazo virtual en medio de la noche, un emoji de corazón en un momento de duda y una risa compartida que trasciende las diferencias. Aquella y yo nunca habíamos peleado, para ella el contador seguro sigue en cero porque en aquella pelea solo participé yo.

La vida es demasiado corta para desperdiciarla en cosas insignificantes. La verdadera amistad es un regalo precioso, y hay que cuidarlo, celebrarlo y valorarlo. Porque, al final, lo que realmente importa es el entendimiento, la aceptación y la alegría de compartir la vida con aquellos que eliges como hermanos .

En fin, la próxima vez que me quede tirada en el sofá pelando con mosquitos, recordaré que a veces las palabras sobran y que la verdadera amistad es como una telenovela turca impredecible. ¡Nunca sabes cuál será el giro del argumento!

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